jueves, 22 de febrero de 2018

El desafío de las puertas




La vida se presenta como un largo pasillo
repleto de numerosas y distintas puertas.

A veces abrimos una alocadamente
y la atravesamos sin saber, sin preocuparnos
que hay del otro lado,
y así como entramos, salimos de esa habitación
con ligereza, para nunca volver.

A veces una puerta se presenta entornada,
y con sigilo podemos mirar y tener idea
de lo que encontraremos.
La certeza nos lleva a cerrarla suavemente,
sabiendo que esa habitación no es la que buscamos.

Otras veces abrimos con cautela una puerta,
y con frescura y deseo entramos.
Creemos que encontramos un lugar especial
pero la alegría nos dura poco y salimos,
seguros que esa habitación era solo de paso.

Una puerta a veces nos atrae de manera especial,
la abrimos, todo adentro brilla y creemos
que hemos encontrado esa habitación tan buscada.
Sin embargo rápidamente el brillo
se torna en opacidad y salimos tristes, desilusionados.

Hay puertas siempre abiertas…de par en par,
que conducen a habitaciones ruidosas, llenas de gente,
donde comunicarnos nos resulta imposible.
Entramos y salimos de ellas casi sin darnos cuenta y
sin recordar a los que vivían en ellas.

Otras las abrimos de un fuerte empujón
y entramos corriendo y manoteando
a cuanto hay a nuestro alrededor.
La inmadurez nos domina, y enojados
salimos dando un portazo, sin mirar atrás.

Hay puertas sin atractivo,
que abrimos por simple curiosidad,
imaginando elementos interesantes.
Sin embargo nuestra desenfrenada ansiedad nos vence
y salimos casi antes de entrar.

En algún momento aburridos del abrir y cerrar de puertas,
abrimos una donde nos sentimos cómodos.
Quizás la habitación no es la que soñábamos
pero cansados de la búsqueda decidimos quedarnos,
y hacer de ella nuestra morada.

Pasan los años y esa comodidad
se transforma en tedio, aburrimiento, desgano.
Esos colores que nos eran amables
pasan a ser opacos, tristes.
la placidez se desvanece, y nos ahoga el encierro.

Así que con renovado interés
 miramos con atracción el picaporte
de esa misma puerta que nos dio acceso.
La abrimos con fuerza, con decisión, casi desesperación
aunque nos resulte difícil dejar la comodidad de lo conocido.

No es simple enfrentarnos
otra vez a la elección de nuevas puertas.
Pensábamos que esa etapa ya era historia,
pero la vida es movimiento, y nos pide salir, andar,
respirar nuevo aire, probar otras puertas.

De nuevo ya en el pasillo de la vida,
sin planearlo otra puerta aparece,
y nos atrapa como una fuerte ola.
Esa puerta antes quizás no estuviera allí,
o simplemente no la vimos.

Desconocemos el motivo, pero esa puerta nos atrae,
nos intriga de sobremanera,
y sin mucho pensar, seguimos nuestro corazón,
un impulso vital, y la abrimos,
un nuevo mundo se abre ante nosotros.

Esta nueva habitación presenta
elementos, sentimientos
que sabemos a ciencia cierta
 precisábamos, son vitales,
pero habíamos abandonado su búsqueda.

Es un cuarto que si bien parece
 fue morada de alguien,
su energía, su mobiliario, su decoración
parecen nuevos, como si nunca
 nadie hubiera estado allí.

Renovada alegría nos brinda esta habitación,
es como volver a vivir,
sentirse joven, todo brilla,
y lo hace de manera genuina,
poderosamente intensa.

Pasan los días y con sorpresa
 vemos que el brillo perdura,
Es más, nuevos elementos se manifiestan
y nos resultan profundamente atractivos.
Paz, luz, una sensación de haber llegado a casa.

Pero hay días en que los recuerdos nos visitan,
y evocamos la antigua habitación conocida.
Quizás por simple costumbre, la nostalgia nos invade
sin  recordar la sensación de asfixia
que esa habitación nos generaba.

Estamos así en una habitación que no para de brillar,
con efímera nostalgia por la que nos atormentaba.
Y como uno no puede bien sentarse en dos sillas,
tampoco puede morar en dos habitaciones
en el mismo espacio/tiempo.

Por suerte evocar los recuerdos
es un buen atajo hacia el olvido.
Recuperamos nuestra perspectiva,
y la claridad ilumina
la brumosa noche de nuestro corazón.

Allí el desafío de las puertas se manifiesta,
es que la vida solo permite un camino.
Este conlleva a cerrar una de las dos puertas
y aunque con tristeza, debemos
hacerlo firmemente, cerrándola bien cerrada.

Es la única manera de habitar una de ellas,
para poder utilizar todos sus espacios,
conectarse con ella, recibir su luz, su olor.
Así podremos descansar profundamente
y encontrar el buscado equilibrio.

Así el desafío de las puertas
se traduce en una simple pregunta.
Que puerta habremos de cerrar,
y que habitación
habremos de morar?

Lo importante es ocupar
la habitación que sea
pero hacerlo con el corazón,
y permitir que nuestra energía vital
se haga una con esa habitación.

Este es el verdadero desafío de las puertas.


Bariloche 19 de Febrero de 2018
(buceando en el lago Correntoso…e inspirado en los dilemas amorosos de la vida)