La alegría es un regalo
brota
de
manera innata
nos emociona
nos
habita
es la
clave
de una existencia
grata.
La
carcajada de un niño
nos
conecta
con nuestra
propia alegría
su risa
espontánea
y luminosa
nos
colma de energía.
Jóvenes sin
quebrantos
coqueteamos
alegres,
de manera natural
soñamos
futuros
luminosos
y una vida
muy especial.
Descontrol,
falta de aire
explotan
emociones
desenfrenadas
vivimos
en libertad
el
momento
al estallar
en carcajadas.
Aunque la
alegría siempre está
parece
ciertas
veces dormida
nuestras
penas
o
tristezas
la
tienen
con
desgano sometida.
Las sonrisas
de nuestro rostro
son
hojas
del árbol de la alegría
pero
tristes
y
lánguidos
son los
otoños
donde las
penas ahogan su agonía.
Con los
años nuestra mirada
se
pierde
bajo un tul
triste y oscuro
y la
alegría
ansiosa
de ser
alegre
no logra
atravesar ese opaco muro.
Si la
tristeza en nuestra orilla
desembarca
con
ilusiones perdidas
debemos
convocarla
con
deseo
con
firmeza
para
evitar así su despedida.
En el medio
de la tormenta
habita
un
pasado sin presente
intentamos
muecas
sonrisas
pero
ella pareciera estar ausente.
A veces
la mirada de otro
nos emociona
actúa
como claro espejo
y ese
cristal
persona
nos
devuelve
nuestro
verdadero reflejo.
Como un
sol que amanece
despertamos
con
nuevos deseos nos miramos
corremos
el telón
de la
tristeza
y a nuestra
alegría
allí tímida
la encontramos.
Precisamos
encontrar su origen
buscamos
en los
sentimientos del alma
su luz
su
tibieza
el
alegre brillo
que brinda
su ansiada calma.
Volver a
nosotros mismos
precisamos
para recuperar
nuestra frescura
tarea necesaria
imprescindible
y así
devolverle
a ella su hermosura.
Por eso…
Con la
mirada, con la palabra, con un beso
recuperemos
su
natural y esencial armonía
para
renovar
perdidos
sueños
la
última esperanza
es nuestra
alegre alegría.
Bariloche, entre el 20 y 24 de Setiembre 2020
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